Miguel Ángel Pereda gusta en Lima y repite este 2014. Aquí detalles de su forja. Al fuego lento de la vida y en el yunque férreo del toreo. La presentación en público llegó el 31 de Agosto de 1999, en Baños de Montemayor, en la provincia de Cáceres. Aunque el primer vestido de luces lo viste en Olivenza (Badajoz) el 9 de octubre de ese mismo año. Dos fechas que marcan el arranque de un camino imparable y sólido.
1.
27 de noviembre de 1983. Puebla del Prior, Badajoz. Una
fecha y un lugar. El comienzo de todo. La casa de Miguel y Dami se llenaba de
luz por primera de tres veces. Nacía Miguel Ángel, el primogénito, el primer
sueño cumplido en casa de los Perera Díaz. Eran los tiempos del reinado de Paco
Ojeda. De otro deslumbramiento: el del mundo entero girando en torno a un
torero con el corazón de granito. ¿Casualidad? ¿O las cosas del destino, quizá?
El niño Miguel Ángel fue creciendo con ese compás diferente
que tienen las cosas de la vida en los pueblos sencillos. A medias repartido su
tiempo entre las clases en el colegio San Esteban y los juegos con amigos y
compañeros. Y con Sergio, su hermano. Cómplice de tantas cosas ya por entonces.
En casa, nada de toros. Nunca lo había habido. Sencillamente, se había terciado
así… Por eso fue llamativo que Miguel Ángel y Sergio se empeñaran en enseñar a
embestir a un carnero que tenían a mano. Tal vez no embistiera demasiadas veces
el animal, pero ellos nunca desistieron en el intento. Fue el instinto, ese
cauce natural que tiene la sangre para llevarnos por los caminos que son
ciertos a nuestra vida. Más aún, cuando alrededor de uno sopla esa brisa
suavemente insistente que aviva la llama para que abrase más y más. Esa brisa
se llama Sandra, otra Perera con raza de torero, que tantas veces alimentó el
sueño grande de su hermano.
El 4 de noviembre del 2000 en Olivenza, otra vez Olivenza,
asistía a su despedida como novillero sin caballos. Lo hizo imponiéndose en la
Final de la Federación de Escuelas Taurinas. Fue el colofón a veintidós tardes
toreando sin picadores que fueron veintidós exámenes aprobados con la nota alta
del riguroso nivel de taurinos, profesionales y aficionados. Tanto, que las
puertas empiezan a abrirse y en noviembre de 2001 la empresa hispano-mexicana
Tauromex se hace cargo de su apoderamiento. Otro cambio radical en la vida de
Miguel Ángel. El niño que se había hecho joven tenía de golpe que convertirse
en hombre. Y volar otra vez. Como antaño a aquel colegio de Villafranca de los
Barros, pero ahora a la gran universidad de la vida. Madrid, la capital por
excelencia, le esperaba sin saberlo ella. Aunque no tardaría en enterarse…
Aquél fue un invierno de intensa y dura preparación. Por
delante, otro paso al frente, el salto de escalafón, la entrada en los del
castoreño. El debut se produjo el 23 de febrero de 2002, en la Plaza de Toros
de Illumbe, en San Sebastián. El cartel lo completaban Andrés Palacios y el
mexicano Arturo Macías con novillos de Mari Carmen Camacho. Una oreja le cortó Miguel
Ángel al sexto, un premio que no hizo sino seguir alimentando la expectación en
torno al nuevo torero. Antes de terminar aquella campaña de 2002, Miguel Ángel
Perera tuvo ocasión de presentarse en la Plaza de Toros Monumental de México.
Fue el 22 de septiembre. Primera etapa de varias que le llevó por algunos de
los principales cosos americanos, como Lima, Quito, Cali y Aguascalientes.
Las dos siguientes fueron dos temporadas definitivas. La de
2003, a modo de declaración de intenciones, la cimentó de inició presentándose
en Bilbao con una novillada de Fuente Ymbro y las cámaras de TVE como testigos.
Otra oportunidad que Perera aprovechó al mil por mil. Otro aldabonazo. Otro
golpe en la mesa. Barcelona, Sevilla, Valencia, Badajoz, Arles, Nimes, certámenes
de novilladas de primer nivel como Algemesí donde se proclama vencedor… Cuentas
de un rosario luminoso y triunfal. Pero como no hay luz sin sombra, Miguel
Ángel conoció pronto y fuerte la cara más dura del toreo: la cornada. Grande
fue aquella del 30 de septiembre de 2003 en Arnedo. Un tabaco. Costó superarlo.
Casi un mes tardó en llegar la reaparición. Fue ya en tierras americanas, en
Lima.
2.
2004 tenía que ser un año determinante. Y Perera así lo
preparó. Y así lo anunció cuando el 29 de febrero se encerró por vez primera en
su carrera con seis astados. Seis novillos, en este caso, de Guadalest en su
tierra, en Villafranca de los Barros, en su segunda casa. La tarde dio para
muchas cosas. Para el triunfo: tres orejas y un rabo cortó el diestro. Pero
también, de nuevo, para el contratiempo de la cornada. Una interna le propinó
el cuarto aunque nadie lo percibiera porque Miguel Ángel prosiguió el
espectáculo hasta el final llegando, incluso, a banderillear al cuarto y a
picar al quinto. Lo dicho, una declaración de intenciones…
Y llegó el 6 de junio, el día del debut en Las Ventas de
Madrid. Aplazado porque debió haberse celebrado algunas tardes antes, la del 24
de mayo. Lo impidió la lluvia. Agua que, lejos de sofocarlo, avivó el fuego
interior de Miguel Ángel por hacer suya y rendir a la primera plaza del mundo.
Alternó con Morenito de Aranda e Ismael López. De azul rey vestido, el de
Puebla del Prior no necesitó más que un novillo para gobernar por entero el
reino. Las dos orejas le cortó a Laminoso, de El Ventorrillo, tras una faena
imponente, rotunda e impactante. Una actuación de altos registros que confirmó
con el cuarto, del que obtuvo otro apéndice. La Puerta Grande más grande del
toreo abierta de par en par a las primeras de cambio.
Tocaban empresas mayores, el asalto definitivo, la mayoría
de edad: convertirse en matador de toros. Aquel horizonte tan lejano para el
niño que empezó a torear de salón en el colegio San José y que, desde entonces,
ya no paró nunca de torear y de torear cada vez mejor. Pero antes, el adiós a
lo grande al escalafón novilleril. En otra plaza de primera, como en el debut.
Valencia, en este caso. Y, como en San Sebastián, una oreja y la impresión de
que el techo de Miguel Ángel quedaba lejos aún.
3.
Badajoz. Vísperas de San Juan. Un vestido blanco y oro. Como
siempre fue. Perera en casa. Cumpliendo el sueño de la alternativa. El árbol en
su raíz. Como siempre fue. De padrino, El Juli. Como testigo. Matías Tejela,
que entró inesperadamente en sustitución de Enrique Ponce, herido el día antes.
Las cosas del destino, que se empeña en marcar su terreno… Miliciano, de pelo
negro y 590 kilos, fue el toro del doctorado. El brindis, a su padre. La
condición de los toros no acompañó y la puerta grande se le resistió. Aunque
por encima de resultados, el público que llenó la plaza y los profesionales y
taurinos que acudieron al evento salieron con lo que fueron buscando: la
certeza de que una nueva figura del toreo venía creciendo.
En el invierno de ese 2004, Miguel Ángel Perera puso en
manos del apoderado francés Simón Casas la dirección de su carrera. A Casas le
relevó al año siguiente José Antonio Chopera. Era la temporada de 2005, la de
la confirmación de alternativa en Madrid. Fue el 26 de mayo, con César Rincón
como oficiante de la ceremonia y, otra vez, Matías Tejela como notario. El
vestido, rosa y oro. Para el recuerdo, apenas la efeméride. El ganado impidió
que pasaran cosas importantes. Tocó esperar hasta la Feria de Otoño, en la que
Perera cortó dos orejas, una en cada una de las tardes en que se anunció. La
primera, incluso, la del 8 de octubre, con una cornada que fue su bautismo de
sangre en la cátedra venteña. Cuatro días más tardes, el de la Hispanidad, el
diestro de Badajoz logró cortar dos orejas en la Maestranza de Sevilla, una a
cada uno de sus ejemplares. Pero, de nuevo por encima del resultado, importó la
sensación de cuajo que dejó en el coso hispalense. Una tarde que el torero aún
recuerda entre las de mayor plenitud personal.
2005 y 2006 fueron años de crecimiento y de regularidad. En
el triunfo y en la firmeza. No sólo se consolidaba la figura, sobre todo,
maduraba el torero. Entre esas dos temporadas indultó cuatro toros, los
primeros de su vida. Espléndido en Murcia, Bucanero en Abarán (Murcia),
Harinero en Valencia y Pitito en Palencia. Cuatro hitos inolvidables, cuatro
encuentros con la bravura por excelencia y el toreo derramándose a chorros…
Miguel Ángel Perera confirmado en la élite de aquel mundo que le atrapó para sí
una tarde de tentadero en lo de Pereda con Campuzano y Pepe Luis Vázquez
erigidos en héroes a los ojos del niño. Ahora el héroe era él…
4.
Pero también el niño que, como entonces, tenía las entrañas
ardiendo en busca de respuestas a tantas preguntas. Es esa desazón que atrapa y
envuelve al incorformista por naturaleza. Miguel Ángel lo es. Siempre quiere
más, aunque no siempre más tenga que ver con la cantidad, sino con la calidad.
Perera necesitaba saldar cuentas con su serenidad y rompió con el poder para
ponerse a caminar por la cuerda tantas veces floja de la independencia. Pero,
como en tantos otros momentos en su trayectoria, no le importó la senda sino el
paso. Y de éste, Miguel Ángel que era su único dueño, estaba más que seguro. Y
eligió a Fernando Cepeda como nuevo apoderado, un apoderado nuevo, pero que,
sobre todo, era torero. Como él. Y ya se sabe que el lenguaje de los toreros
tiene códigos que sólo ellos descifran.
Temporada de 2007. Otro camino nuevo por delante. El reto de
la novedad, el vértigo apasionante de lo incierto. Y tanto que lo fue. El poder
empezó a mover sus hilos y alguna que otra puerta se fue cerrando. Para colmo,
una fuerte cornada de un toro de Valdefresno el 18 de mayo en Madrid le obligó
a parar. Un tiempo de recuperación y de reflexión que hizo más fuerte al
torero, al apoderado y a su unión. La segunda mitad de aquella campaña dejó
pasajes pletóricos de Perera como Alicante, Badajoz, Salamanca, Murcia, Nimes,
Barcelona, Albacete, Sevilla, Madrid y Zaragoza. Fue el prólogo de 2008, sin
duda, el mejor año de su vida por ahora.
Aquél fue un Miguel Ángel Perera desatado, arrollador,
implacable, triunfador… Un año perfecto de principio a fin. Desde el estreno
español en Torremolinos hasta el final en Las Ventas la tarde del 3 de octubre.
Un día que convirtió al de Badajoz en un gigante. Roto por las cornadas,
exhausto de dolor, pero con la primera plaza del mundo estremecida y puesta en
pie ante la demostración de gallardía torera de un torero que dio aquel día el
paso definitivo hacia ese nivel donde sólo entran los elegidos. Entre una y
otra tarde, una temporada de oro. El año de las dos orejas de Sevilla y, ante
todo, el año de aquel día después del día de José Tomás.
El 6 dejunio, cuando
todo el toreo hablaba del despliegue para la historia que el maestro de
Galapagar había ejecutado en Madrid, Miguel Ángel respondió con una actuación
tremendamente importante que le puso en las manos cuatro orejas de una
unanimidad total. Perera se sabía figura máxima del toreo y como tal respondió.
Fue el cénit de un año donde también hubo lugar al dolor del percance. Como la
cornada de Alicante el día que reemplazaba a José Tomás, también herido. Y fue
también la temporada del encuentro, el primero, con el propio diestro de
Galapagar. El 24 de agosto, en Cuenca, una cita especialmente anhelada por
Miguel Ángel dada su profunda admiración por José Tomás. El ritmo era
imponente, de éxitos y de toreo, y como tal concluyó…
5.
Fue en Madrid el 3 de octubre. Vestido de grana y oro y seis
toros sólo para él aguardando en los corrales de Las Ventas. Sólo cinco pudo
matar. Dos cornadas lo impidieron. De la primera fue intervenido en la propia
plaza, que le esperó impaciente, porque el héroe regresó a su empeño. Otra vez
el férreo empeño de Perera. De la segunda, en el quinto, ya no pudo volver de
la enfermería. Daba igual: la gesta estaba escrita. Tres orejas en una tarde
épica, de las que subliman al toreo por encima de todas las artes. Y al torero,
por encima de todos los hombres. Otra vez Madrid entregada a Miguel Ángel y
Miguel Ángel dado por entero al toreo…
Una senda en la que sigue. Año a año. Presente siempre en
las principales ferias, afrontando los compromisos más serios, atendiendo a su
compromiso con la afición y con la profesión. Especialmente complejo fue 2012,
en el que Perera no recibió en algunas plazas y de distintas empresas el trato
y el lugar ganado en el ruedo. Otra vez el precio de la independencia… Pero un
coste que el torero de Puebla del Prior asume y encara. Como un estímulo. De
hecho, 2013 está siendo otra de sus grandes temporadas. En regularidad en el
triunfo y en lo maciza de su tauromaquia.
Aquel sueño forjado en el colegio ha
ganado ya muchas de sus aspiraciones. Pero los valores que lo cimentaron siguen
intactos. Y también la ambición por seguir adelante. Al fin y al cabo, la de Miguel
Ángel Perera y el toreo es la historia de un deslumbramiento, de un
enamoramiento. Y los amores que lo son de verdad, lo son para toda la vida.
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