José María Manzanares
es el hijo del cuerpo. El sucesor de la tauromaquia más pura. Más verdadera.
Más auténtica. La belleza, el empaque y el temple infinito, heredados
de uno de
los más grandes toreros que ha obsequiado el toreo en
todos sus tiempos: José
María Dols Abellán.
En la tarde del 30 de abril del 2011, con el indulto del
toro Arrojado en Sevilla, supuesto un antes y un después, la explosión
definitiva de un torero que por ser «hijo de» ha tenido que sobreponerse a
innumerables escollos comparativos para transitar por el camino que siempre
soñó: el que pisan las figuras del toreo para convertirse, con el tiempo, en un
artista de época. Pero su ambición va más allá. Superado un calvario de
lesiones y enfermedades, se ha convertido, a día de hoy, en un torero
indispensable dentro y fuera de los ruedos.
Su mera figura colma las plazas de un halo de elegancia
propia de los elegidos y su belleza física traspasa fronteras exportando su
profesión a países donde el toreo no está entre sus tradiciones. Ese es su
reto, como el de guiar a la juventud a las plazas a través de las redes
sociales para garantizar la continuidad de la Fiesta. Así es la vida del
matador de moda, de un privilegiado, de un abanderado de la modernidad. Del
torero del siglo XXI.
Elegante, profundo y muy romántico. José María Manzanares es
un hombre que, pese a su imagen de chico frío y distante, esconde una
sensibilidad especial. Hijo de matador, las ganas de seguir los pasos de su
padre le llegaron a los 19 años cuando todos pensaban que terminaría siendo
veterinario. Con el paso del tiempo, y gracias a su templanza y a su manejo del
capote, este joven alicantino se ha convertido en uno de los grandes del ruedo.
El periodista taurino Lucas Pérez acaba de publicar
Manzanares, heredero de leyenda, un libro en el que hace un repaso por los
treinta años de vida del joven matador, convertido en "leyenda" tras
su excepcional corrida de 2007 en la Maestranza de Sevilla. Ese libro muestra,
además de su faceta artística, los aspectos más desconocidos del hombre que se
esconde bajo el traje de luces.
Fumador empedernido y amante del golf, Manzanares disfruta
rodeado de los suyos. Le gusta jugar al parchís con su cuadrilla y nunca dice
que no a una buena paella. Guapo donde los haya, reconoce que sus ojos son uno
de sus mayores encantos, pero aborrece sus pies, maltratados por los pisotones
de los animales de más de 500 kilos a los que se enfrenta en las plazas. “Esa
misma magia que tiene sobre el ruedo, José Mari la traslada luego delante de la
cámara. Tiene una mirada que transmite una barbaridad. Sabe cuáles son sus
rasgos y cómo tiene que moverse”, explica la modelo Nieves Álvarez, con quien
coincidió en una producción para la revista Glamour.
Amigo de gente del mundo del deporte o la canción, siempre
ha sabido elegir a los suyos. Con Sergio Ramos comparte la pasión por el
fútbol, aunque desde equipos rivales, pues Manzanares se confiesa culé. De Niña
Pastori destaca su dulzura y de Alejandro Sanz admira su buen hacer a la hora
de componer canciones. “Alejandro me motiva y me inspira, tanto para torear
como para recordar mis vivencias”.
Al margen de sus amigos, están las cuatro mujeres de su
vida: su madre Resurrección, sus dos hermanas -Yeyes y Ana, que sufre una
parálisis motora-, y su esposa Rocío. Todas ellas han jugado papeles
fundamentales en la vida del torero, ayudándole a seguir adelante en diferentes
momentos de su vida.
Manzanares llegó al mundo del toreo por ‘culpa’ de Enrique
Ponce, una persona clave a la hora de “inyectarle el veneno definitivo del
toro”. Ni su madre ni su padre se opusieron a esto, pero la relación con Rocío,
su novia de toda la vida, se vio afectada por esta decisión tan repentina.
"La vida de la mujer de un torero no es fácil. Cuando
nos conocimos yo no era nada aficionada. Teníamos dieciséis años. El principio
de la relación fue buenísimo, imagínate, en el cole. Le conozco perfectamente.
Cuando decidió torear tuvimos una
crisis, se fue a vivir con su apoderado Alejandro Sáez. Fue la época más
difícil de nuestra relación", confiesa Rocío.
Aún así, la pareja superó este bache, sellando su amor el 6
de noviembre de 2010. “Estoy fuera del mercado. Estoy felizmente casado con
Rocío, que es la mujer de mi vida", presume siempre que puede el torero.
No es fácil ser mujer de matador, aun así,
la joven lo lleva lo mejor posible: "Según donde sea la corrida,
paso más o menos miedo. Aunque nunca te relajas del todo. Hay días que se pasa muy mal. Le ves a él
nervioso, presionado y eso te genera a ti un miedo mayor también. Se juega la
vida y eso es durísimo”.
La consagración como torero de José Mari Manzanares llegó el
20 de abril de 2007, cuando el matador de toros cortó cuatro orejas en la
Maestranza de Sevilla e indultó a Arrojado, un toro de la ganadería de Núñez
del Cuvillo. Aquella tarde entre los aficionados que acudieron a la plaza, se
encontraba la actriz Paz Vega, hija, al igual que José Mari, de torero.
"He ido mucho de pequeña a los toros y Manzanares era
el mejor. Ahora puedo ir menos pero esa tarde tuve la suerte de estar allí, en
la Maestranza, en Sevilla, en esa plaza que tiene mucho tronío, mucha historia,
que es muy alegre y donde la música juega un papel fundamental. Lo que vi ese día no lo había visto nunca. Creo
que mucha gente quedó impactada con aquello. José Mari dio un paso más a la
forma de torear que tienen los Manzanares. Llegó a un nivel de perfección, de
belleza, de elegancia, que se convirtió casi en un coreógrafo”.
Sin embargo, no todo en su carrera han sido alegrías. Uno de
los momentos más duros tuvo lugar el 1 de mayo de 2006 cuando le cortó la
coleta a su padre."Fue muy triste. Por una parte, egoístamente, te quedas
tranquilo, porque como hijo sufría mucho viéndole torear y me daba miedo. Pero
hubo más tristeza que alegría porque toda una vida entregada a la profesión se
terminaba ese día. Nadie sabía nada. Cuando me dijo en el callejón que buscase
unas tijeras ya me lo imaginé y me puse a llorar. Era evidente”.
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