El torero Javier Conde delante de la pintura Guernica de Pablo Picasso. La artista mexicana Denise de la Rue presentó en la Asamblea General
de la ONU su corto 'A Cry for Peace' en el que identifica la obra del pintor como un símbolo de paz y que cuenta con la
participación del torero español.
Tiene el toreo fuera de nosotros ese punto de encuentro con
el arte que dentro de nosotros no encuentra. Un manejo más sutil, una propuesta
más literaria, más poética. Una composición más original. Y por tanto, un lugar
destacado en los espacios internacionales del arte. Para que exista el arte ha
de haber artistas. En el ruedo. Pero ese arte individual y a veces colectivo,
ha de expresarse, comunicarse y tratarse, a su vez, a través de otro arte.
Porque el toreo, por su contenido, es el arte más sospechoso
de no serlo. Es, de todas las artes, el más indignante y, por tanto, el más
indignado. Hay una razón para ello, una causa: estamos ante un arte que no es
por si solo. Necesita de la complicidad, la expresión, el soporte, la
creatividad de otras artes. El arte de toreo no puede ser una isla. Si lo es,
se incomunica, se cierra, se enroca, es arte inútil de cara al mundo exterior.
Arte incomprendido, arte solitario, arte sin mensaje y privado de contenido. Si
lo prefieren, un arte endogámico, que se alimenta sólo de sus alrededores, de
sus acólitos, de sus partidarios.
El arte del toreo necesita de las otras artes. Necesita
literatos que escriban, poetas que escriban, pintores que pinten... Necesitan a
artistas de otras artes que lo recojan, lo interpreten y lo metan dentro del
mundo, fuera de la endogamia. Que lo hagan comprensible. Que expresen sus
valores de mensaje, sus valores creativos. Hace tiempo que conozco a Denise de
la Rue, una magnífica artista de la cámara que, desposeída de prejuicios, se
acercó el mundo del toro para ponerlo al lado de las grandes obras pictóricas
de todos los siglos.
Recuerdo su paso por aquí, con la incomprensión que lleva
cada artista al verse incomprendida, a veces hasta despreciada. Denise estaba
haciendo una creación artística para, nada más y nada menos que la galería
Gagosian, un espacio internacional de arte donde sólo exponen los elegidos. Un
espacio internacional de un impacto artístico y comunicativo increíble que,
sólo por su empeño de artista, ha metido dentro al arte del toreo. Que un toreo
toreando frente al Guernica de Picasso sea el icono de su Cry for Peace (Un
Grito por la Paz) que se acaba de presentar en la sede de las Naciones Unidas
en Nueva York.
Es casi patético comprobar que este hito, este alcance del arte del toro subido al arte
de Picasso y al de De la Rue, no haya merecido comentario alguno. Una mujer
apenas aficionada está explicando, a través de su arte, que la Tauromaquia
expresa como nadie al ser humano, a su naturaleza de Eros y Tanatos, belleza y
crueldad, agua y fuego, mar y tierra. El alma del ser humano. Que pase desapercibido este arte, el lugar donde
se expone este arte, el grito por la paz que el toreo lleva a la Naciones
Unidas, es para reflexionar sobre que somos.
Somos, en autocrítica, los pésimos gestores de un arte que
no comprendemos. El arte del toreo.
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