martes, 7 de octubre de 2014

Hemingway / EL REGRESO DEL VERANO PELIGROSO.



  

Escribían en The New York Times el 20 de enero de 1985 que por primera vez se publicaba íntegra la narración de Ernest Hemingway sobre el duelo Dominguín-Ordóñez. The dangerous summer (El verano peligroso) es la crónica sobre la temporada taurina de 1959. Esta edición del libro se realizó tras una minuciosa labor de criba de Scribner y en su momento para la revista Life, el volumen esa vez editado, contiene más de una tercera parte de texto inédito hasta el momento.



  A finales del verano de aquel año, 1960, la revista Life publicó tres entregas sucesivas de The dangerous summer (El verano peligroso), extractadas de un largo manuscrito de Ernest Hemingway. El libro completo, manifestaba Life en la introducción, "será publicado por Scribner el año que viene".El libro nunca se publicó. Sin embargo, Charles Scribner's Sons, editores habituales de Hemingway, publicarán The dangerous summer -el mes de junio próximo, en una versión revisada-, la crónica de Hemingway de la temporada española de toros de 1959.

 

La historia es así. Hemingway abandonó su Finca Vigía en San Francisco de Paula, Cuba, en 1958, y se estableció en Ketchum (Idaho, Estados Unidos). Por ello cuando llegó a España venía de Estados Unidos, a bordo del “Constitución”; desembarcó el 1º de mayo de 1959 en Algeciras y se instaló en La Cónsula.

Su viaje y estancia en España se recogió en una crónica para la revista Life, como ya he comentado, y después acabó en el libro póstumo El verano peligroso (Planeta, 1986). En este viaje estuvo en las fiestas de San Isidro de Madrid y en los Sanfermines de Pamplona y en la Goyesca de Ronda junta a Cayetano, “El Niño de la Palma”, padre de Ordóñez.

Cuando Hemingway viajó de Málaga a Madrid, en coche, siempre conducido por su amigo Davis, se hospedó en el Hotel Suecia, cerca de la calle Alcalá, para asistir a la temporada taurina de las fiestas de San Isidro; su presencia se anunciaba casi como parte del cartel de las fiestas. Ocupaba asiento de barrera; al final de cada corrida la concurrencia se volvía a buscarle para pedirle opinión sobre la faena. La relación de Hemingway con los Ordóñez se inicia en 1953 con Cayetano, El Niño de la Palma y padre de Antonio, que tiene un papel destacado en Muerte en la tarde (1932). Pero es con este último con quien visita “aquella encantadora y extraña ciudad” y su mítica plaza de toros.

A Hemingway le fatigó esta temporada de toros; bebía sin límites, tenía tocado un riñón, por lo que siempre estaba de pie; constantes viajes de feria en feria en un Ford color rosa alquilado y conducido por Bill Davis; los horarios de comidas eran irregulares, las noches se alargaban hasta el amanecer. En este año se enteró de que su amigo Gary Cooper (actor en la película Por quién doblan las campanas) se estaba muriendo por un cáncer de próstata, lo que le conmocionó profundamente, y su propia salud se vio quebrada.

De esta frenética actividad, el escritor argentino Rodrigo Fresán cuenta su versión:

“Entre el 26 y el 31 de ese mes (mayo), Ordóñez tenía corridas en Córdoba, Sevilla, Aranjuez y Granada. Mary, engripada, se quedó en Madrid; pero Hemingway estaba dispuesto a no perderse nada. En Aranjuez, Ordóñez sufrió una leve cornada y allí estaba Hemingway para atenderlo y —ya con trece corridas en su haber— se hizo un alto hasta finales de junio para que el matador se recuperara. El otro matador aprovechó el alto para volver a La Cónsula y arremeter en su lidia privada. “Este es un verano maravilloso”, dijo Hemingway en algún momento mientras las corridas y festejos se sucedían a velocidad de vértigo. Y agregó: “Quien no pueda escribir aquí no podrá escribir en ninguna parte”.

En su artículo de 1959 publicado para la revista LIFE, sus tres grandes personajes centrales son Antonio Ordóñez, Luis Miguel Dominguín y, por encima de ellos, el propio Hemingway. Desde el punto de vista taurino, la obra puede ser calificada como un testimonio original centrado en la competencia que a lo largo de la temporada de 1959 mantuvieron en los ruedos los citados Dominguín y Ordóñez.

Luis Miguel Dominguín, el entonces número 1 del escalafón taurino y recién reaparecido en los ruedos el año anterior, en la plaza argelina de Orán, y Antonio Ordóñez, el aspirante al cetro. Lucha a muerte entre los dos, con una peculiarísima visión, argumentando novelísticamente que ambos iban a morir en el ruedo en su encarnizada lucha por ver quién de ellos cogía el número 1 del escalafón. Dos espadas quienes a su vez eran cuñados y ambos compartían el mismo apoderado.

Una de las primeras corridas que torearon en competencia Luis Miguel y Ordoñez fue en la corrida del centenario de la plaza de Valencia, en el año 1959. Luego lo harían el 14 de agosto en Málaga y el 15 en Bayona. El inmediato 17 compartirían cartel en Ciudad Real y el 21 lo harían en Bilbao. Hemingway estaba dispuesto a tomar parte en ella como espectador, lo mismo que en aquella famosa guerra anterior, cuando sonaron de su mano las campanas al compás de su célebre novela. No en balde dijo cierta vez que una guerra es algo que nadie se quiere perder y, por supuesto, no quería perder ésta.

Aquel verano sus protagonistas se embarcaron en un bimotor de mala muerte, juntas las dos cuadrillas y los diestros, amigos y a la vez rivales. Allí estaba Hemingway apurando su botella de ginebra. En aquel mano a mano se le notaba tomar partido por Ordóñez; había en su admiración un sentimiento de respeto pero también un toque paternalista. El caso fue que la presencia de su ángel tutelar salvó a Ordóñez aquel verano, en el que se veía salir a las plazas a un Dominguín, altivo como siempre, con una brecha grapada a fin de sujetar la carne de una pierna doliente, luchando por concluir la temporada. Después de cada corrida era necesario volver al avión para curar aquella traidora herida que le hacía caminar mal y evitar con dificultad las embestidas peligrosas de sus astados.

De aquel verano sangriento, de aquel famoso triángulo, Luis Miguel-Hemingway-Ordóñez, los toreros vivieron un tiempos más; en cambio, el escritor murió a los pocos años. A la postre, resultó más fiel a sí mismo que con otros. Cuando el alcohol le apretó tanto que no pudo escribir cierta mañana al romper el día, se alzó de su lecho, buscó su rifle favorito y se pegó un tiro, de esta manera puso fin al mejor de sus cuentos antes de entrar para siempre en el sendero de la gloria.

En el vestíbulo del Hotel Suecia de Madrid conoció a la irlandesa Valerie Danby-Smith, que más tarde se convertiría en su secretaria y en nuera del escritor, a quien había venido a entrevistar. Se fueron a las fiestas taurinas del norte de España. Recordemos que el primer viaje a Pamplona lo hizo don Ernesto con su primera mujer, Hadley Richardson, el 6 de julio de 1923. Se cree que acudió a los Sanfermines en 9 ocasiones, la anterior en septiembre de 1956. Luego del periplo de corridas de toros por el norte de España y el accidente en Aranda de Duero, llegaron otra vez a La Cónsula a seguir con la feria de agosto de Málaga, y al Hotel Miramar.


Cuenta Valerie al periodista César Coca que pasó dos años con Hemingway y veinte con su hijo. Se habían conocido en los funerales del padre. “Ernest tuvo mucho éxito y era el centro de atención allá donde iba. Eso aumentó su egocentrismo. Pero también era sorprendentemente considerado con los demás y muy generoso con los escritores jóvenes”. Valerie fue seducida por la estela de jarana e intensidad vital que acompañaba al escritor por donde iba: formó parte de su cuadrilla, bailó por Pamplona hasta la salida del sol y aquel hombre le ofreció un sueldo de 250 dólares al mes.

Al final del verano de 1959, y cuando parte de España, se dirige a su Finca Vigía en Cuba, ya que aparecen fotografías de Hemingway y Fidel Castro el 15 mayo de 1960, durante la celebración del Torneo Anual de pesca de la Aguja, en la localidad habanera de Cojímar, de donde era el protagonista de El viejo y el mar (1952), con el que ganó el Pulitzer en el año siguiente. Vemos a Fidel y a Ernest juntos en una foto tomada por el fotógrafo cubano Osvaldo Salas.

En realidad Hemingway y Fidel no eran amigos ni se conocían. Lo que sucedió es que ese día del torneo de pesca, Fidel acudió porque iba ser el juez, pero insistió en participar y ganó el trofeo. La foto recoge el momento en que Ernest entrega el trofeo a Fidel. Esta foto la usó el régimen dictatorial de Castro como icono de la revolución. En realidad Hemingway guardaba por Castro un marcado rencor por la muerte de Manolo Castro, su amigo personal desde la época de la Guerra Civil Española. El 22 de mayo de 1948, un grupo de desconocidos matones acribilló a balazos en una calle de La Habana Vieja a Manolo Castro.

Dicen los reaccionarios que en 1960 el régimen castrista le expropió la casa Finca Vigía y se apropió de sus pertenencias, algunas fueron sacadas ilegalmente de Cuba, lo que le causó una fuerte decepción y depresión, sobre todo cuando él había depositado la medalla de oro del Premio Nobel de Literatura a la Virgen de la Caridad en el Santuario del Cobre. Hoy en La Bodeguita del Medio y El Floridita, se sirve el conocido “Papá Hemingway Daiquirí”, una mezcla de limón, toronja, maraschino y “doble ron” y que cuesta $6 dólares el trago.

Los libros que se publicaron póstumamente incluyen París era una fiesta (1964), un relato de sus primeros años en París y España, Enviado especial (1967), que reúne sus artículos y reportajes periodísticos, Primeros artículos (1970), la novela del mar Islas en el golfo (1970) y la inacabada El jardín del Edén (1986) y El verano peligroso en 1986. Dejó sin publicar 3.000 páginas de manuscritos.












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